Finalmente el día que tanto esperaba se anticipó. Me fijé en el fixture y en vez de esperar hasta el domingo tenia que esperar menos porque River jugaba el sábado a las cuatro de la tarde. Normalmente a esa hora no tengo nada que hacer, pero justo antes de salir para ir al bar de siempre sonó el teléfono. Era un amigo que quería avisarme que a las cuatro y media teníamos que ir a una reunión muy importante. Mi respuesta no fue ni afirmativa ni negativa. Corté y le dije que después le confirmaba. La duda insoportable se apoderó de mi. ¿Qué hago? Busqué mil alternativas posibles pero nada me conformaba. Hasta que me di la vuelta y vi colgada en mi pared esa bandera con ese glorioso escudo que amo tanto. Y en ese instante decidí que nada era más importante que River Plate. No me importó sentirme irresponsable, tampoco mentir piadosamente para faltar a esa reunión. Así que me puse esa bendita camiseta con los colores más lindos del mundo y salí dispuesta a dejar de lado todo por ver ese partido.Como de costumbre iba sobre la hora, y para peor tomé el taxi más lento del mundo que agarraba todos los semáforos en rojo. Comencé a impacientarme. No llegaba más y ya se estaban jugando los primeros minutos.
Llegué y mi sorpresa fue grande: tres minutos del primer tiempo y Tigre nos ganaba por un tanto contra cero. Nunca me dieron buena espina los partidos jugados un sábado, y la estadística mostraba que no faltaban motivos como para tener esa sensación. De todos modos esta vez sentía que lo íbamos a dar vuelta, algo raro en mí, dado que carezco de ese don llamado intuición, y menos de tipo deportiva.
Y felizmente así fue. A minutos de finalizarse la primera parte llegó el empate de la mano, o mejor dicho del pie, de un revelado y ofensivo Robert Flores. Que a muchos nos dejó asombrado con tan buen partido que estaba haciendo. Bien por el uruguayo. Ya en el complemento River jugó como lo que realmente es: un grande. Fue superior. Jugando bien lo dio vuelta con gol del tigre Falcao y lo terminó liquidando con una de esas jugadas que los hinchas esperábamos del Ogro Fabianni, que al parecer se acordó de cómo reventarla en el arco.
Terminó el encuentro y aunque no pelee por el campeonato ni por nada, River una vez más me invadió de buen humor y me sacó esa sonrisa que tanto estaba necesitando. ¿Qué si valió la pena olvidarme de todo sólo para verlo? Ni hablar, valió más que eso. No me arrepiento de lo que hice, al contrario estoy feliz. Y aunque probablemente para el resto de la gente elegí mal, los que son como yo, los que son hinchas de verdad, sé que están de acuerdo con mi decisión y seguramente hubieran hecho lo mismo.
Y cuando digo que “dejo todo lo que tengo que hacer, me voy a ver a River Plate”, sepan, lo estoy diciendo de verdad. No es sólo la parte de una canción de la hinchada millonaria, es más bien una realidad.
Si esto no es amor... que alguien me diga qué lo es.
RIVER TE AMO



Es asi...no importa nada a la hora de verlo al MAS GRANDE LEJOS...
ResponderEliminardeje todo para viajar al MONU a verlo...dejo todo dia a dia por él...porque AMOR INCONDICIONAL hay uno sólo...
RIVER TE AMO!
EN LAS BUENAS Y EN LAS MALAS MUCHO MAS!!!