domingo, 2 de agosto de 2009

SIEMPRE NOS QUEDARA RIVER


Es inútil negarlo. Se siente tan feo que llegue el domingo y River no juegue pero se vuelve peor si encima no está ahí para gritar los goles y abrazarme o para putear conmigo. Por esas cosas de la vida ya no compartimos las tardes, los partidos y las locuras como antes, quizás por culpa mía, quizás por culpa de un destino, o quizás porque contra las elecciones del corazón uno no puede.
A veces cuando uno tiene dos caminos para elegir resulta ser que ambos son un error, uno por omitir un sentimiento tan fuerte que ya no tenía vuelta atrás y el otro por romperle el corazón a alguien que no se lo merecía. Eso fue lo que me pasó. Hice lo que hace todo humano: equivocarse. No sirve de nada pedir perdón porque sé que no será aceptado.
Mi único consuelo para aliviar el dolor de su ausencia es saber que hay una pasión tan intensa por ese club de la banda que compartimos y nos une para el resto de nuestros años. Ese amor no se va a romper nunca, y por esa hermandad en el sentimiento rojo y blanco voy a saber que mis alegrías van a ser suyas también, mis mismas tristezas, ilusiones y enojos van a ser los mismos suyos. Voy a saber que vamos a gritar los goles al mismo tiempo aunque estemos en lugares distintos y que nuestros latidos van a estar sincronizados en cada jugada.
Tengo la esperanza de que eso tan especial que sentimos por el club más grande del país algún día logre unirnos otra vez, porque esa banda roja que llevamos con orgullo tatuada en el alma es más fuerte que cualquier pelea y más importante que cualquier diferencia. Estoy segura.


De todas formas sé que, pase lo que pase, siempre nos quedará River.




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